viernes, 7 de enero de 2011

My dear Keats.


Mi queridísima dama:
Estoy en la ventana de una casa preciosa,
contemplando un bello paisaje por el que se entrevé el mar.
La mañana es espléndida
no se lo ágil que sería mi espíritu,
el placer que me daría vivir aquí,
si tu recuerdo no pesara tanto sobre mi.
Pregúntate amor mio, si el haberme aprisionado
no ha sido crueldad por tu parte
porque has destruido mi libertad.
Sinceramente, no soy capaz de expresar mi devoción por una criatura tan bella.
Necesito una palabra más radiante que radiante,
una palabra más bella que bella.
Casi deseo que fuésemos mariposas
y viviéramos solo tres días de verano.
Tres días así contigo,
los llenaría de más placer
que el que cabe en cincuenta años.
¿Vas a confesarte en tu carta?
Escríbeme en seguida y haz lo que puedas para consolarme.
Que sea tu carta como una infusión de adormidera que me embriague.
Escribe dulces palabras,
y bésalas,
para que mis labios rozen en el lugar en que se posaron los tuyos.



John Keats.

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