viernes, 16 de diciembre de 2011

Mi pequeño placer de la vida.

Levantarte pensando lo malo que va a ser el día, lo cansada que estas, aburrida y desmoralizada por enfrentarte a él.

Pasear ensimismada, pensando en las pocas horas que has dormido, lo bien que te encontrabas entre el futón, el calor que te proporcionaba, y el frío de aquellos pasillos, la oscuridad del cielo y las luces de las clases, que iluminan levemente el pasillo por el que paseas.

Sientes como el cansancio pesa en ti, deslizándote a duras penas sobre aquel suelo frío. Oír como la gente pasa a tu alrededor y te saluda, intentar responderles pero no tener la suficiente fuerza, ni gana, de hacerlo.

Entonces, escuchas algo, una forma de andar, aquel sonido característico de aquella persona que generalmente tiene el poder de convertir uno de esos días malos en buenos, levantar la mirada hacia el frente y verle al final del pasillo hablando con otra persona. Es como... si una luz de encendiese en la oscuridad de la mente, del cuerpo , que te llena de calor y te da ganas de moverte, de saltar, gritas, afrontar cualquier cosa, de sonreír hasta que duela. Ver como, al encender la luz del pasillo te ve y se te queda mirando, mientras la otra persona le sigue hablando, hasta que llegas a la altura de él, lentamente, y tratando de hacer que el cansancio que esta reflejado en tu cara desaparezca solo para él. Que él te mire, te sonría, pare de hablar con esa persona y se acerque a ti... no se puede describir la sensación. Es.... única. Felicidad es probablemente el sentimiento que se experimenta, pero de una inmensidad abrumadora.

Saludarle con un "Buenos días", mientras le regalas una de las sonrisas que sabes que tanto aprecia. Que te sonría y se acerque más a ti hasta quedarse justo a tu lado y, entre sonrisas y una mirada de ternura, te susurre. "Buenos días dormilona. Uyyy, que sueño" Que sus mano se acerque a tu pelo y lo revuelva cariñosamente mientras que te vuelve a dedicar otra sonrisa. No poder evitar que la felicidad que te oprime el pecho escape haciendo que la sonrisa se ensanche de oreja a oreja frente a él.
Quizá es verdad, que los pequeños placeres son los que merecen  la pena en la vida, los que alegran el día... quizás ese pequeño placer que tanto me alegra el día, seas tú. 

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